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Bienvenida

Introducción

La Ciudad Universitaria de Madrid fue concebida en 1927 como un campus integral, armonizando educación, ciencia y cultura. Ochenta y dos años después, el proyecto Campus de Moncloa quiere liderar la respuesta que el triángulo del conocimiento y el desarrollo sostenible plantean en el siglo XXI.


Este proyecto, ambicioso y realista, se presenta conjuntamente por las Universidades Complutense y Politécnica de Madrid, sumando, también, otros organismos presentes en el Campus, como el CIEMAT, el CSIC o el INIA, con el objetivo de transformar el Campus de Moncloa en un referente internacional en investigación, formación e innovación.


El proyecto se estructura sobre un acuerdo de colaboración entre las instituciones agregadas, guiado por los ejes estratégicos de alcanzar la excelencia científica y la internacionalización, garantizar la conectividad y la agregación y hacer del campus un sistema sostenible, propiciando el empleo de los estudiantes en el mismo y contribuyendo a la innovación y al desarrollo. Perseguimos un campus participativo y plural, inspirado en la potencia transformadora de la diversidad, el intercambio y el diálogo; un campus eficiente, con una gobernanza transparente, abierta a todas las personas e instituciones que lo integran y a la interacción con el tejido social, económico y cultural.


El Campus apuesta por la especialización en seis clústeres temáticos en los que aspira a la excelencia científica y docente: Cambio Global y Nuevas Energías, Materiales para el Futuro, Agro-Alimentación y Salud, Medicina Innovadora, Patrimonio y Movilidad Sostenible. En todos ellos, la unión de fortalezas proporciona configuraciones únicas por su carácter innovador e interdisciplinar, altamente competitivas en el nivel europeo y capaces de producir un avance decisivo en la transferencia de conocimiento.


La conectividad es el elemento clave para lograr la agregación. El campus contempla la interconexión de los investigadores e instituciones de cada clúster por medio de una estructura de coordinación propia, así como la interdependencia de los mismos por medio del sistema de general gobernanza.


Integrado en el área urbana de Madrid, el Campus y las personas que en él conviven y la Ciudad, serán los principales destinatarios de esta apuesta. Moncloa se define como un campus sostenible, saludable y socialmente responsable. Su proyecto incluye actuaciones para la recuperación de su patrimonio arquitectónico, paisajístico, cultural, y su utilización didáctica, y para disfrute de los ciudadanos. Pretende la optimización energética y la promoción del transporte sostenible, la mejora de la salud y la convivencia. Moncloa será, además, un Campus plenamente accesible a las personas con discapacidad, comprometido con la equidad de género, la formación del talento, la igualdad de oportunidades y la cooperación al desarrollo.


Campus de Moncloa integra instituciones diversas; se apoya en la interdisciplinariedad y la transversalidad; busca atraer estudiantes e investigadores de todo el mundo, con su pluralidad de lenguas y culturas, y hace de la diversidad medioambiental uno de sus objetivos científicos. En definitiva, cree en la agregación de la Diversidad como Energía innovadora para la excelencia y el desarrollo sostenible.




Breve historia

Orígenes

El papel de la Ciudad Universitaria en la formación del eje Noroeste de Madrid ha sido fundamental. Su origen se remonta a un Real Decreto del año 1927, por el que el Rey Alfonso XIII tomó la iniciativa de ponerla en marcha, nombrándose a continuación una junta autónoma encargada de la gestión del proyecto, cuya dirección técnica recayó sobre el arquitecto Modesto López Otero. Para su ejecución se eligieron los terrenos de La Moncloa, dada la calidad de su suelo y su pertenencia a la Corona, que los cedió para hacer posible el proyecto aprobado. La empresa comenzó a vislumbrarse en el año 1911, al nombrarse una comisión encargada de estudiar el proyecto de un Hospital Clínico de Madrid, aunque fue a partir de 1927 cuando aquella comenzó a hacerse realidad.



Primera etapa (1927-1930)

La primera etapa de todo el proceso en el que se enmarca la historia de la Ciudad Universitaria es paralela a la dictadura de Primo de Rivera, realizándose en estos años no sólo los primeros esbozos para gestionar económicamente el proyecto sino también la construcción de algunos edificios, como el destinado a la Fundación del Amo. De esta primera etapa data igualmente el proyecto de los denominados conjuntos de Ciencias y Grupo Médico, cuyas facultades y escuelas fueron encargadas a diferentes arquitectos en 1928, e incluso el comienzo del último en 1930, con las facultades de Farmacia, Medicina y Odontología, realizadas las dos últimas por Miguel de los Santos y la primera por Agustín Aguirre y Mariano Garrigues. Para la financiación de esta magna empresa se contó con fondos provenientes de un sorteo de la lotería efectuado en su beneficio el 25 de julio de 1928, donaciones de capital por parte del Rey Alfonso XIII, así como aquellas otras aportaciones de particulares, entre las que cabría señalar la del doctor Gregorio del Amo, promotor de la citada fundación que lleva su apellido. El plan del conjunto quedó trazado en 1929, siendo su director el arquitecto Modesto López Otero, quien concibió la Ciudad Universitaria como un todo unitario, estructurado orgánicamente sobre la base de las distintas disciplinas que la definían, así como por aquellas otras que la gestionaban y hacían de la misma una agrupación urbana autónoma. Tres son así los grandes elementos que configuraban el proyecto universitario: los puramente académicos o facultades, que formaban, a su vez, grupos autonómicamente localizados en función de su especialidad, como los científico-médico, el de Bellas Artes…; los de gestión político-administrativa y de representación, rectorado, paraninfo, biblioteca, y los elementos residenciales de esparcimiento, residencias para profesores, colegios mayores para el alumnado, pistas deportivas. Dicho plan implicaba una jerarquía en su realización, pues se inició con las obras básicas de urbanización, siendo novedad importante, por lo que se refiere a estas últimas, el sistema establecido para calefacción y agua caliente. Y es que para resolver esta dotación del conjunto y en pro de su independencia, se proyectó una central térmica, donde se concentraba todo el proceso de producción calorífica, la cual fue encomendada en 1932 al arquitecto Manuel Sánchez Arcas y al ingeniero Eduardo Torroja. Se creó así la llamada “Junta Constructora de la Ciudad Universitaria de Madrid”, desde donde se impulsó y gestionó el proceso de construcción de la misma, la cual dispuso de un pabellón para desarrollar sus trabajos, proyectado por el mismo equipo de la central térmica en 1930.



Segunda etapa (1931-1936)

La segunda etapa de la Ciudad Universitaria coincide con los años de la II República y se constituye como la época más fructífera por lo que se refiere al desarrollo real del plan previsto. De esta época data, si no el proyecto, la ejecución de la mayoría de los edificios que componen la Ciudad Universitaria. De este modo en 1932 proseguían las obras del conjunto médico, acometiéndose el Hospital Clínico, según planos de Sánchez Arcas y Torroja, y el mismo año comenzaban las obras de la Facultad de Filosofía y Letras, bajo la dirección de Agustín Aguirre. Al año siguiente se iniciaba la ejecución del conjunto de Ciencias, de De los Santos y Torroja, así como la Escuela de Arquitectura, proyectada por Pascual Bravo, y en 1935 el grupo de Residencias de Estudiantes, obra de Luis Lacasa, que se constituye como el último proyecto republicano, pues aun siendo de este periodo la Facultad de Derecho, de 1931 y firmada por Aguirre, no vio la luz hasta después de la Guerra Civil.



Tercera etapa (1939-1943)

La tercera etapa de la Ciudad Universitaria coincide con la Posguerra, adquiriendo más un matiz de “reconstrucción” de lo existente o de revisión de lo pendiente, que de desarrollo de nuevos proyectos. En 1940 se publicaba una ley con el fin de constituir la nueva Junta de la Ciudad Universitaria, por lo que López Otero y Pedro Muguruza eran nombrados arquitectos directores de las obras a realizar. La presencia del primero aseguraba, en cierto modo, la permanencia de las directrices originales de ordenación del sector, si bien se replantearían en consonancia con los requerimientos del nuevo sistema político. Fruto de estos primeros pasos tendentes a la “reconstrucción” de la Ciudad Universitaria fue la presentación de una maqueta de la misma en la que se incluían no sólo los edificios hasta entonces proyectados sino también aquellos otros que se preveían para el futuro. Uno de los edificios de nueva creación, y que aparece en la maqueta citada, es el Paraninfo. Su localización coincide con las actuales pistas deportivas situadas al final de la avenida central, en el espacio acotado entre el conjunto de Ciencias y el de Letras. El edificio, que no se construyó, había sido concebido por López Otero en 1943 “como un templo clásico de líneas modernas” que encerraba un amplio recinto abovedado con pinturas alegóricas a la ciencia española y cuyo frente se desarrollaba “en forma de un atrio porticado de grandes dimensiones, pensado para fiestas y concentraciones estudiantiles”. En 1942 comenzaron las obras de las escuelas de Ingenieros de Montes y Navales y al año siguiente las viviendas para profesores de la calle Isaac Peral, junto al Pabellón de Gobierno, el complejo del Museo de América, concebido por Luis Moya y Luis Martínez-Feduchi, y la Facultad de Derecho, siguiendo un nuevo proyecto de Aguirre, en el que se repetía el modelo de Filosofía y Letras. En este periodo todavía se mantenía una unidad de criterios en lo que se refiere a la práctica profesional a desarrollar en torno a la “idea” de la Ciudad Universitaria, siendo la maqueta citada la que debía marcar las pautas a seguir, pautas de cuya gestión se responsabilizó a la junta establecida a tal efecto. Era una organización similar a la de épocas anteriores que, sin embargo, apenas resistió más de una década.



Crecimiento desordenado

A partir de los años sesenta toda la unidad de conjunto se rompió abandonándose la concepción del trabajo colectivo y dispuesto sobre la base de la existencia de un estamento de gestión unitaria, a favor del individualismo, tanto profesional como académico. Cada nuevo edificio pedagógico se planteó como un elemento independiente, desconectando formal y lingüísticamente del resto, manteniendo únicamente aquella ligazón necesaria que impusieron las infraestructuras existentes reflejo, quizá del “acantonamiento” estudiantil dentro de los límites de su propia especialización científica. En estos años, además, se lleva a cabo una masiva cesión de solares para edificios de uso no estrictamente universitario, aunque ligados de alguna manera a la investigación y la docencia, así como una expansión en la construcción de colegios mayores, que alojarían al alumnado con alguna seña de identidad común, tales como sus lugares de origen o las instituciones que los tutelan. La Ciudad Universitaria, como otras tantas zonas privilegiadas de Madrid, habría de servir desde entonces como escaparate de la arquitectura más relevante de la época, pues aquí habrían de dejar su huella algunos de los más brillantes profesionales españoles, creando todos ellos momentos memorables de su producción. Cabe destacar de este periodo las intervenciones de Miguel Fisac en el Centro de Formación del Profesorado Laboral, de José María García de Paredes y Rafael de la Hoz con el Colegio Mayor “Aquinas”, que recibió el Premio Nacional de Arquitectura, de Alfonso D´Escragnolle con la Casa do Brasil, de Javier Carvajal con la Escuela de Ingenieros de Telecomunicaciones junto a García de Paredes y con la Biblioteca de la Facultad de Derecho, de Asís Cabrero con el Colegio Mayor “San Agustín” de Luis Laorga y José López Zanón con la Escuela de Ingenieros de Caminos, de Antonio Fernández-Alba y José Luis Fernández del Amo con la Biblioteca del Instituto de Cultura Hispánica, de Horacio Baliero y Carmen Córdova con el Colegio Mayor Argentino “Nuestra Señora de Luján”, de Fernando Moreno Barberá con la Facultad de Ciencias Biológicas y Geológicas y el conjunto del Ministerio de Educación y Ciencia, de Fernando Higueras y Antonio Miró con el Centro de Restauraciones Artísticas, actual Instituto del Patrimonio Histórico Español, de Alejandro de la Sota con el Colegio Mayor “César Carlos” junto a José Antonio López Candeira con la ampliación del CENIM, de Juan de Haro en el Colegio Mayor “Siao-Sin”, y de Jaime López Asiaín y Ángel Díaz con el Museo Español de Arte Contemporáneo, actual Museo del Traje, entre otras muchas actuaciones. A partir de 1980 se lleva a cabo la redacción de diversos Planes Especiales de Reforma interior, que pretendían establecer un planeamiento urbanístico para la Ciudad Universitaria, limitando su crecimiento desordenado. Se aprueban de forma provisional diversos avances de planeamiento y otros documentos frustrados, que no impidieron el crecimiento continuo de la Ciudad Universitaria. De esta etapa son intervenciones destacadas las de José Santos con la Biblioteca de Humanidades y el Hospital de Animales de José Ignacio Linazasoro con la Biblioteca, y las Facultades de Ciencias Económicas y Empresariales y de Psicología todas ellas de la UNED, o de Juan José Medina con el Gimnasio de Piscinas del Centro de Alto Rendimiento Deportivo, Premio de Arquitectura del Ayuntamiento de Madrid. Los trabajos de planteamiento culminan con la declaración en 1999, por la Comunidad de Madrid, de la Ciudad Universitaria como Bien de Interés Cultural con la categoría de Conjunto Histórico y la aprobación del Plan Especial de la Ciudad Universitaria por parte del Ayuntamiento de Madrid en el 2000. A partir de entonces se construyen nuevos edificios, por primera vez en muchos años, desarrollando un proyecto unitario. Cabe destacar las intervenciones de Javier Sáenz Guerra y Zacarías González con la ampliación de las Facultades de Derecho y Filosofía, y de Javier Sanjuán y Javier Fresneda con la Ampliación de la Facultad de Farmacia. Queda todavía pendiente de construir la pieza más significativa y emblemática de la Ciudad Universitaria desde su génesis, el Paraninfo, reparando así una omisión histórica. Tras las numerosas propuestas del arquitecto director del Gabinete Técnico de la Junta Constructora, Modesto López Otero, el Plan Especial reserva para el mismo lugar previsto en el proyecto original, el desarrollo de un edificio que sirva para incorporar las actividades de la vida universitaria al conjunto de la ciudad, atrayendo así a los ciudadanos al recinto universitario e incorporando la Ciudad Universitaria a la ciudad de Madrid.





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